Para la mayoría, el emprendimiento suele asociarse a personas comprometidas, motivadas y capaces para llevar a la acción unos proyectos que suponen la suma de –entre otros- mucho esfuerzo, creatividad y liderazgo, para producir como resultado final una empresa. Pero además de esta evidente vocación emprendedora “empresarial” hay otras dos vocaciones emprendedoras.
Por un lado tendríamos que contemplar el emprendimiento social, es decir las personas que toman la iniciativa en proyectos sin ánimo de lucro para emprender actuaciones que generen un beneficio social para uno o varios colectivos. Aquí se encuadran las personas emprendedoras que lideran ONGs, asociaciones, fundaciones o incluso movimientos sociales sin personalidad jurídica formalmente constituida.
Y por último también existe la posibilidad de emprender dentro de una compañía u organización ya existente, es decir, personas dinámicas, inconformistas y proactivas que aplican y desarrollan su creatividad en el seno de una empresa que les brinda y facilita tal oportunidad de desarrollo. Justo éste es el caso del intraemprendimiento.
Las empresas pueden facilitar el intraemprendimiento en su seno, lo mismo que también facilitan la innovación. De hecho pueden facilitar el desarrollo de ambas competencias y vocaciones combinadas, generando un ecosistema apropiado para que en él fructifiquen los “innopreneurs” o intraemprendedores innovadores. Se trata de personas con ideas innovadoras, con iniciativa, con competencias para desarrollar o incluso liderar el proyecto bajo el paraguas de la empresa matriz … pero que adolecen de la suficiente propensión o inclinación al riesgo como para acometer la aventura por cuenta propia en solitario y sin red corporativa de apoyo.
Las competencias que debería de desarrollar y entrenar una persona intraemprendedora son las mismas que las de cualquiera de las otras dos vocaciones emprendedoras: responsabilidad, confianza, orientación a resultados o al logro, capacidad para generar valor, iniciativa, creatividad, orientación al cliente, resiliencia o gestión del cambio, trabajo en equipo, liderazgo, inteligencia emocional, desarrollo de otras personas, capacidad de planificación y organización, motivación y automotivación, comunicación interna y externa, capacidad comercial para vender y “venderse”.
Para las empresas resulta evidente que interesa contar con intra-emprendedores que desarrollen y lideren productos, servicios y/o procesos innovadores, que sean personas que asuman el rol de agentes del cambio o “changemakers”. Apostar por este tipo de perfiles debería de acabar produciendo desarrollos futuros que lleven a la propia compañía a mejoras en productividad y en definitiva en competitividad y en posicionamiento en el mercado. Por tanto las empresas dinámicas que se encuentran en mercados cambiantes incentivan el intraemprendimiento como estrategia de supervivencia en el medio y largo plazo.
Pero, ¿Cómo debería ser una empresa u organización para que personas con iniciativa puedan emprender dentro de ella? Intra-emprender es un proceso que se puede entrenar y facilitar. Por tanto una persona o un equipo de personas pueden hacerlo siguiendo una metodología. Si esto es así, podría incluso ser más fácil emprender dentro de una empresa, que hacerlo desde una nueva iniciativa que arranca desde cero. En el seno de una compañía hay posibles ideas que pueden ser oportunidades. Y oportunidades que pueden ser convertidas en proyectos viables.
La movilización de los recursos (financieros, tecnológicos, humanos, comerciales, relacionales, etc) necesarios, que para cualquier emprendedor “empresarial” que inicia de cero suele ser difícil, dentro de una compañía ya establecida puede resultar más fácil puesto que tales recursos ya se encuentran disponibles para ocupaciones y empeños que generen valor o al menos una expectativa razonable de valor para la empresa.
No obstante, para que el intraemprendimiento fuese posible, debería de darse una determinada cultura y de haber una cierta flexibilidad en la organización interna de la compañía. El proceso de intraemprendimiento facilitaría de sacar un nuevo producto al mercado, realizar un cambio de estructura organizativa, conseguir una mejora de productividad, conseguir una organización más “líquida”, etc . Como cualquier otra cultura corporativa, una cultura intraemprendedora se forja a través de conductas y comportamientos inspirados desde la dirección y se consolida con “gadgets” o herramientas que hacen tangible el intraemprendimiento con sistemas de reconocimiento que realzan la visibilidad a las conductas y personas intraemprendedoras. La estructura corporativa de estas empresas sería más plana, con más “empowerment” en responsabilidades, con cultura de búsqueda de soluciones en lugar de culpables, con tolerancia al error vinculado a nuevas iniciativas, con aprendizaje y mejora continuas, y posiblemente también con una compensación ligada a resultados. En una empresa u organización que facilitase esta cultura intra-emprendedora en su seno, habría liderazgo distribuido en todos sus niveles orgánicos y jerárquicos.
Existen múltiples opciones de llevar a cabo una estrategia de intraemprendimiento convertida en plan de acción corporativo. Una posibilidad es desarrollar talleres o acciones formativas específicas para estimular las vocaciones emprendedoras y desarrollar las competencias necesarias con metodologías que producen resultados tangibles de corto plazo a los ojos de las personas participantes. Otra incorporar esos proyectos intraemprendedores en un vivero de empresas controlado por la compañía en el que se les suministre el apoyo técnico, económico y de gestión que necesiten para demostrar su viabilidad. Una tercera es generar un concurso interno “innopreneur” de ideas creativas propuestas por intraemprendedores de la casa. Otra más facilitar la inscripción de equipos o personas de la empresa en jornadas, cursos, talleres y competiciones de emprendimiento externas. Todas estas nuevas aventuras corporativas viables resultantes, pueden llegar a integrase a la empresa como unidades de negocio o también pueden venderse a terceros, o incluso facilitar la creación de una nueva empresa “spin off” con personalidad jurídica propia y participación de la matriz.
Una de las actuaciones directivas clave será eliminar los factores que limitan o impiden la cultura intraemprendedora. Factores como la estrategia de concentración, el enfoque cerrado de negocio cortoplacista, la estructura jerárquica, la inexistencia de planes de carrera con una posible participación en la propiedad o en el valor generado, la cultura burocrática, la inercia de hacer las cosas “como siempre”, etc. Todos factores a eliminar o minimizar.
Por tanto con la apuesta por el intraemprendimiento las empresas se encuentran ante una oportunidad. Oportunidad con coste y con riesgo, pero oportunidad de apertura, crecimiento y desarrollo. Cada empresa deberá de analizar hasta dónde se está dispuesta a llegar en el desarrollo de una cultura intraemprendedora como inversión de riesgo que puede generar grandes retornos de valor. Recomiendo ese análisis adhoc, a la medida de cada compañía, en coherencia y alineamiento con su misión, visión y valores.