La inversión responsable se ha dado a conocer mediante distintos términos: inversión responsable (IR), inversión socialmente responsable (ISR) o inversión de impacto (II). También la podemos conocer por la expresión inversión sostenible y responsable (ISR), que engloba todas las alternativas anteriores, para explicar el concepto y ofrecer, a la vez, algunos consejos de inversión.
Una de las bases de este tipo de inversión son los llamados criterios ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno) que desempeñan, en la actualidad, un papel determinante en las decisiones de inversión de buena parte del mercado financiero, son decisivos en muchas tomas de decisiones. Podemos decir que lo que diferencia a este tipo de inversión de otros estilos es precisamente que incorpora estos criterios en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión.
Este aumento del interés de los inversores, tanto institucionales como individuales, en la ISR coincide con la explosión de iniciativas que ha fomentado la comunidad internacional que buscan impulsar políticas sociales y medioambientales que favorezcan la transición hacia una economía sostenible. Como ejemplo podemos mencionar el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, que respaldaron recientemente 195 países signatarios, y la publicación de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que reúnen 17 objetivos para alcanzar un crecimiento económico sostenible.
El mercado de la ISR se adentra ahora en una fase de maduración y la integración de criterios ASG se traduce cada vez más en políticas inversoras concretas. Las tasas de crecimiento del volumen de activos parecen consolidarse, las diversas estrategias generales de inversión sostenible han adquirido una mayor sofisticación, y las principales entidades y gestoras ya ofrecen algún tipo de vehículo de inversión basado en criterios ASG.
Las principales líneas de mejora se sitúan actualmente en el ámbito de la transparencia y la materialidad, una exigencia que plantea grandes retos al mercado, y a la práctica habitual de las empresas, en particular, a la relación con los inversores. En concreto, se hace preciso que las empresas se sumen a la tendencia de incluir en sus informes los resultados de su actividad no financiera, o que desarrollen un informe a parte para informar de forma veraz y transparente sobre la actividad de la empresa en este punto, para que, de esta forma, los inversores puedan tener en cuenta estos aspectos en sus decisiones de inversión.
La ISR propone, por tanto, tener en cuenta el ámbito medioambiental, social y de gobierno a la hora de analizar y seleccionar los activos en los que se invierte. Algunos de los aspectos más frecuentes que se contemplan en cada uno de ellos suelen ser los siguientes:
1. Criterios ambientales: edificación ecológica, cambio climático, reducción de la huella de carbono, energías renovables, emisiones, deforestación, gestión del agua, etc.
2. Criterios sociales: respeto de los derechos humanos, erradicación de la explotación infantil, mejora de las condiciones laborales, inclusión y diversidad, seguridad laboral, etc.
3. Criterios de gobierno: diversidad en los consejos de administración, políticas anticorrupción, códigos de conducta, políticas de remuneración, etc.
El Cambridge Institute for Sustainability Leadership, resume en tres las razones para decidirse por la inversión sostenible y responsable: supone un servicio a la sociedad, en la medida en que combate los grandes riesgos ambientales y sociales a los que se enfrenta el mundo; puede convertirse en una forma de mejorar el rendimiento económico de la inversión, al incorporar criterios más amplios que los estrictamente financieros en la toma de decisiones, y responde a un mandato económico, porque la economía mundial en bloque se debilitará si no se revierte el cambio climático a tiempo.
Sea cual sea la motivación final de cada inversor, la ISR no solo es una buena decisión, sino, tal vez, la mejor decisión posible.
Fuente: CaixaBank