La desigualdad de género en el mundo académico continúa siendo un problema en la actualidad, lo que inevitablemente repercute en el progreso científico. Disciplinas como la física, la química o las matemáticas están tradicionalmente dominadas por los hombres y, en general, es públicamente asumido que las mujeres están representadas de una manera insuficiente en dichos campos hasta el día de hoy. Aún queda un largo trayecto por recorrer, pero aumentar la conciencia puede ser una poderosa herramienta para facilitar el camino.
En Diciembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 11 de Febrero como el 'Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia' para reconocer el importante papel que desempeñaron y desempeñan las mujeres en la ciencia. Si bien es fundamental reconocer a las mujeres que han destacado por grandes hitos a lo largo de la historia, como Marie Curie, primera mujer ganadora del premio Nobel en 1903 (de Física, se le concedió el de Química en 1911), Valentina Tereshkova, primera mujer astronauta, o Ada Lovelace primera programadora de software de la historia, entre otras, es importante no olvidarse de otras muchas mujeres científicas (y hombres) que no han sido el centro de atención, pero que, como miembros de un equipo participaron y contribuyeron a los mayores logros científicos de nuestra historia.
No obstante, y dada la celebración de este día, en el que son muchos los artículos que destacan a las científicas más famosas, y a algunas a las que en su día no se reconoció quedando a la sombra de otros científicos que se llevaron el mérito, quizás se deberían ensalzar más efusivamente los logros más recientes, resaltando con mayor énfasis los 'últimos de las mujeres' y no 'los primeros', creando así referentes actuales de científicas en las niñas, y que vean que la ciencia también es cosa de mujeres, y de mujeres de hoy, con las que les resultará más fácil sentirse identificadas.
Por ejemplo, la canadiense Donna Strickland fue galardonada con el premio Nobel de Física en 2018, por sus estudios sobre el desarrollo de la tecnología láser, habiendo transcurrido 55 años desde que otra mujer hubiera sido reconocida en esta categoría. O en Química (disciplina a la que tengo la suerte de dedicarme) el premio Nobel de 2020 se otorgó a dos investigadoras, las doctoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, por el desarrollo de un método para la edición del genoma que permite cortar el ADN en una posición concreta. Esta nueva metodología abre nuevos horizontes en la curación de numerosas enfermedades, principalmente las que tienen un componente genético, como la anemia o el cáncer.
Este premio puede considerarse que es también un reconocimiento a la investigación básica, que es aquella que pretende incrementar el conocimiento de un área en concreto, sin esperar necesariamente aplicaciones a corto o medio plazo. Es decir, se busca avanzar en un conocimiento, que es el que luego permite desarrollar aplicaciones tecnológicas con el consecuente impacto en la sociedad. Por tanto, para lograr una evolución y progreso científico significativos necesitamos hacer investigación básica de calidad y necesitamos que sea financiada y reconocida.
En mi caso, soy científica y soy mujer, una de tantas. Me dedico a la investigación, a la investigación básica en particular; es por eso que podría considerarme una minoría en un área desfavorecida, o 'doblemente desfavorecida' por así decirlo. Sin embargo, nada de ello me ha impedido dedicarme a lo que me gusta. La ciencia es global, es para todos, es vocación.
Dra. Lucía Riera, científica titular CINN
Síntesis y Caracterización Avanzada de Nanocomposites