Si hablamos de retos, oportunidades y desafíos para una región como Asturias debemos situar la investigación y la innovación como hilo conductor. Junto con la atracción de talento hacia nuestra región y las dos transformaciones hacia las que nos alinea Europa –ecológica y digital-, son los elementos diferenciales si queremos apostar por la transformación del tejido productivo regional y mirar hacia Europa en una posición competitiva. La reconstrucción asturiana vendrá, como he dicho en distintas ocasiones, de una Asturias más verde, sostenible, saludable, digital, resiliente, inclusiva y preparada para responder a cualquier crisis, parecida o diferente a la que estamos viviendo en estos momentos.
Estamos ya afrontando la era post-COVID-19 y debemos hacerlo desde una estrategia clara como región, orientada como un trabajo colaborativo, bottom-up (de abajo arriba), con la participación de la cuádruple hélice, en la que el papel de la empresa y su interacción/colaboración con el resto del ecosistema científico-tecnológico se revela como fundamental. Nos encontramos por tanto en un momento decisivo, en el que debemos ser más competitivos que nunca para tratar de apalancar la mayor cantidad de fondos europeos y lograr así una adicionalidad de los mismos. Para todo ello, es crucial el papel de la empresa, porque son precisamente aquellos proyectos empresariales, articulados en el marco de la colaboración público-privada, los que deben servir de motor de la economía y catalizadores de la transformación del tejido productivo regional. Y para ello es necesario crear ese clima de colaboración que favorezca la transferencia de conocimiento y la incorporación de personal científico y tecnológico a las empresas, ya que este es el tipo de personal que sabe seguir, interpretar y anticipar todas aquellas convocatorias de concurrencia competitiva.
Como región tenemos retos, oportunidades y desafíos que confluyen en la nueva Estrategia de Especialización Inteligente (S3) en la que estamos trabajando y que guiará y planificará los programas necesarios para la transformación económica de la región. Contamos con unas recomendaciones claras para la implementación de la S3 que, sugeridas desde Europa, se antojan clave para su éxito y entre las que podemos destacar las siguientes:
- Disponer de un órgano competente con suficiente liderazgo y compromiso político para liderar la estrategia.
- Diseñar una S3 realista, combinando los resultados del proceso participativo y las limitaciones de financiación propias de fondos como el FEDER u otros como el MRR.
- Dotar de estabilidad y planificación a medio y largo plazo a las políticas de I+D+i mediante un calendario y una programación clara de las acciones de apoyo.
Por tanto liderazgo político, realismo y pragmatismo en el diseño de las acciones combinando la voluntad del ecosistema científico tecnológico con la realidad administrativa y presupuestaria, y estabilidad y planificación de las políticas. En este sentido es también de vital importancia definir ámbitos regionales donde podamos definir nuestra estrategia de especialización, ámbitos donde tengamos o podamos tener cadenas de valor fuertes y diferenciales frente al resto de regiones de la UE27.
En estos momentos contamos ya con un borrador muy avanzado de la S3, en cuyo diseño y planificación ha participado la cuádruple hélice, que se encuentra en el paso de adecuación administrativa. La S3 tiene identificados tres ejes de especialización donde apoyarnos: el agroalimentario, el industrial y el energético, junto a dos ámbitos de oportunidad que son el del envejecimiento activo y el del patrimonio y biodiversidad. La transformación digital y el abordaje de la economía del dato, junto con la descarbonización, serán palancas transversales. Todo esto de forma inclusiva, que elimine brechas y que fomente la igualdad. Nuestra S3 tiene que ser capaz de guiar esa transformación económica de la mano de la ciencia y de la innovación, pero también debe posicionar a nuestra región en un lugar para vivir, para trabajar y para visitar.
Nuestro gran reto como región, por tanto, es redirigir el modelo productivo aprovechando al máximo los fondos europeos, pero todos ellos, sean o no extraordinarios, y hacerlo de una forma inclusiva, sin dejar a nadie atrás. Dichos fondos deben ser empleados en proyectos transformadores enfocados desde el primer momento en la colaboración multidisciplinar, público/privada y en la construcción conjunta de soluciones que generen valor añadido bruto y empleo sostenible y de calidad.
En la colaboración público/privada es más necesario que nunca la creación de espacios y foros de encuentro, lo suficientemente flexibles, que eviten la exclusión de cualquier agente que pueda aportar valor. Lo estamos haciendo desde distintos ámbitos, como por ejemplo las Misiones Científicas, un programa en el que hemos recibido las propuestas de 19 consorcios formados por 140 entidades. Estas misiones son un ejemplo del trabajo colaborativo de empresas que nunca antes pensaron en ir de la mano y de instituciones y centros de investigación que apuestan por transferir el conocimiento.
En este momento de inflexión y de cambio, el tejido empresarial asturiano tiene la oportunidad de elevar su competitividad y para ello tiene en la ciencia, la innovación y el talento sus palancas.
Borja Sánchez
Consejero de Ciencia, Innovación y Universidad del Gobierno del Principado de Asturias