El pasado es ese intangible que nos conforma, que nos curte y nos convierte en lo que somos. Si recorremos las cuencas mineras españolas, ese pasado huele a mina, sobretodo de carbón. Pasear por ciertos municipios de Asturias, Castilla y León, Aragón o Castilla La Mancha es respirar tradición minera, con plazas, esculturas, antiguas maquinas en exposición o monumentos que nos recuerdan esa actividad que, a mediados del siglo pasado, fue la responsable de la riqueza de esos municipios y que, lamentablemente hoy, despoblados, esperan ansiosos una nueva vida.
La pandemia provocada por la COVID-19 ha supuesto una importante crisis económica, social y sanitaria a nivel mundial. La magnitud del desafío ha exigido una respuesta común a escala europea. Para dar respuesta a medio plazo, se ha puesto en marcha el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia para contribuir al proceso de reconstrucción de las economías en el mundo post COVID-19, a partir de 2021.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, desarrollado por el Gobierno de nuestro país, tiene entre sus objetivos apostar por la descarbonización, invirtiendo en infraestructuras verdes y en la mejora y recuperación del medio ambiente, siendo la transición ecológica uno de sus cuatro ejes transversales. En concreto, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia incluye una Estrategia de Transición Justa que incorpora un programa de inversiones que incluye un "Plan de restauración ambiental para explotaciones mineras en cierre o abandonadas y terrenos deteriorados junto a centrales térmicas".
Al reutilizar antiguos emplazamientos mineros o energéticos y aprovechar las características de esas instalaciones, podemos poner en marcha nuevos proyectos, por ejemplo, de energía limpia que reduzcan las emisiones y proporcionen energía segura y confiable, alineados con los ejes básicos de los mecanismos Europeos de recuperación. Y bajo esta línea, se están desarrollando proyectos de reconversión de antiguas minas en fuentes de generación energética renovable.
Así, Australia planea transformar una mina de carbón subterránea en desuso en una instalación hidroeléctrica de bombeo, como parte de un plan más amplio para reutilizar las instalaciones de combustibles fósiles cerradas para la generación de energía renovable.
En Alemania, una mina de carbón explotada durante más de 50 años, ubicada en la cuenca minera de Renania del Norte, se transformará en una central hidroeléctrica de bombeo con una capacidad de 200 MW. Almacenará el exceso de energía solar y eólica, y generará electricidad cuando no haya recurso.
También existen otros usos diferentes. Con una inversión de más de dos millones de euros, la puesta en marcha de la galería de tiro y del centro de formación y aventura en una antigua mina de Estercuel (Aragón) generará 58 puestos de trabajo en sus primeros años de actividad. Un hotel subterráneo en una mina de Estocolmo, un museo minero en Asturias, un gimnasio en una antigua mina de Canadá, un centro de arte digital en Burdeos, una fábrica de cerveza artesana en León, un centro de datos subterráneo en Suecia y hasta un parque de atracciones acuático. Otros ejemplos de minas abandonadas que, en la actualidad, viven una segunda vida. Espacios reconvertidos a lo largo y ancho del planeta que se reinventaron, y trajeron consigo empleo y actividad económica, a zonas que se habían visto afectadas por el cierre de la propia actividad minera y cuyo futuro no resultaba alentador.
Iniciativas que podrían ser inimaginables, o no, en Asturias, pero que son una muestra más de las posibilidades existentes para dar una segunda vida a nuestras minas. Precisamente, las Consejerías de Industria, Empleo y de Ciencia, Innovación y Universidades del gobierno regional trabajan en buscar proyectos innovadores que puedan hacer posible que nuestras minas tengan esta nueva oportunidad y sirvan para favorecer la recuperación económica postcovid de territorios ya castigados por la reconversión industrial.
Pero más allá del trabajo de la administración como elemento tractor, es necesario que estas iniciativas vengan respaldadas por el apoyo de las empresas, como promotores de dichos proyectos. Los fondos "Next Generation EU" suponen una oportunidad que no debemos perder en Asturias y que tenemos que gestionar de manera adecuada para sacar el mayor provecho posible en ámbitos de reconstrucción económica, generación de riqueza, creación de empleo de calidad e incluso fijación de población en ámbitos de la España vaciada. No olvidemos que muchas de estas antiguas minas estaban situadas en entornos con baja población ya en sus orígenes, que luego, gracias a la actividad minera, se fueron repoblando y ahora sufren una pérdida de población acelerada asociada al cierre de esta actividad.
El reto, sin lugar a duda, es mayúsculo. Y nos jugamos mucho, no en los propios fondos, sino en la velocidad de implementación de estas medidas de recuperación. Es el momento de todos los actores civiles de la sociedad, encabezados por las empresas y en base a una colaboración público-privada, incentiven la creatividad para dar contenido a esos pasivos ambientales que podrían representar un potencial activo industrial que nos ayude a avanzar en este proceso de recuperación económica en nuestra comunidad.
Asturias tiene potencial para salir adelante con notable éxito en este proceso. Entre su tejido empresarial cuenta con empresas mineras con profesionales especializados, empresas de ingeniería y de construcción, empresas eléctricas y un largo etcétera de empresas tecnológicas. Un tejido empresarial con gran tradición en nuestra comunidad, una universidad que forma excelentes profesionales y números centros tecnológicos punteros en investigación y desarrollo. Todo ello nos permite ver el futuro con optimismo.