El aumento de la preocupación social por la calidad del aire y la lucha contra el cambio climático han provocado la puesta en marcha de medidas enfocadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentar la producción de energía procedentes de fuentes renovables y mejorar la eficiencia energética. A todo este camino, basado en darle un giro radical a la forma que tenemos de relacionarnos con la energía, lo llamamos transición energética.
La adopción de políticas de desarrollo sostenible y la aplicación de medidas que minimicen nuestro impacto en el medio ambiente, aspectos todos ellos imprescindibles para impulsar este proceso de transición energética, exigen un nivel de responsabilidad y compromiso en el que el transporte de mercancías por carretera lleva mucho tiempo implicado.
En nuestra opinión, tan indiscutible es que el concepto de sostenibilidad tiene un contenido medioambiental determinante, como igualmente lo es que una parte muy importante de la misma se compone también de aspectos sociales, económicos y fiscales, áreas en las que en este sector somos unos auténticos líderes, y que no podemos obviar a la hora de emprender este camino.
Por eso, voy a referirme en primer lugar a los innegables logros medioambientales alcanzados durante los últimos 15 años por nuestro sector que, a pesar de la intensa crisis económica sufrida, ha seguido invirtiendo en vehículos ecológicamente mejorados y menos contaminantes, logrando reducir el consumo de combustible en un 30% y las emisiones (atmósfera y ruido) en casi un 90%.
Además, desde un punto de vista social, el transporte de mercancías por carretera es la columna vertebral de la denominada sociedad del bienestar, que se desarrolla gracias a nuestra capacidad para acercar a los consumidores los productos que necesita con eficiencia y regularidad. Y la mejor prueba de que el transporte cumple satisfactoriamente con este cometido, es que los cargadores nos eligen libremente para que transportemos más del 85% de los productos que consumimos cada día.
Igualmente, el transporte es un gran generador de riqueza y empleo en nuestro país. Según un estudio sobre este sector elaborado en el seno de la CEOE, éste aporta un 4,8% al PIB español, mientras que, en términos de ocupación, la actividad del transporte representa un 4,4% del empleo total. Y no nos olvidemos de que la propia ONU ha instado a todos los países del mundo para que apuesten por el transporte como elemento estratégico clave para su crecimiento económico.
Finalmente, la aportación fiscal vía impuestos del transporte por carretera (mercancías y viajeros) es, con mucha diferencia, la más elevada de todos los modos de transporte, superando los 22.500 millones de euros.
Por el contrario, la inversión en infraestructuras destinadas al transporte por carretera está muy por debajo de la importancia estratégica de nuestro sector, cuya aportación es 4,5 veces mayor que lo invertido en él, que apenas supera los 5.000 millones de euros.
Pero además de tener en cuenta todos estos factores, estamos convencidos de que el éxito de la transición energética hacia un transporte más sostenible y respetuoso con el medio ambiente residirá en que su puesta en marcha se haga con la flexibilidad suficiente para no poner en riesgo la prestación de nuestros servicios, que son esenciales para la población, fijando además unos plazos de tiempo justos y adecuados y, por supuesto, siempre y cuando dicha transición esté sustentada en estudios técnicos rigurosos al margen de modas y cuestiones electoralistas, que pueden estar muy en boga en estos días.
Asimismo, que exista una seguridad (jurídica y tecnológica) en las inversiones en la renovación de flotas, que nos permita avanzar hacia una movilidad más respetuosa con el medio ambiente, pero sin poner en riesgo la competitividad del sector, juega también un papel determinante en la estabilidad de una empresa de transportes
Por eso, desde la CETM nos preocupa mucho cómo van a decidir las empresas de transporte de mercancías qué tipo de vehículo deben comprar ante la situación de incertidumbre que ha puesto encima de la mesa un nuevo estudio de Transport & Environment (la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente), y que muestra que los camiones de GNL (Gas Natural Licuado) producen entre 2 y 3,5 veces más gases NOx que los diésel.
La noticia ha generado el debate puesto que muchos fabricantes y, hasta la propia Administración, habían presentado este tipo de vehículos como una alternativa al diésel, defendiendo que su impacto medioambiental era menor. Ahora este informe podría evidenciar que estas afirmaciones no son del todo verídicas.
Y yo me pregunto, ¿qué hacemos ahora? ¿Qué ocurre con las empresas de transporte que ya han renovado sus flotas adquiriendo este tipo de vehículos y realizando una cuantiosa inversión? ¿Seguimos comprando camiones diésel que “tienen los días contados” según el Gobierno español, teniendo en cuenta que los vehículos eléctricos pesados aún siguen en desarrollo y no son una alternativa real? ¿Es el camión de hidrógeno una opción viable en Europa o un localismo norteamericano?
Como es fácil deducir, el número de incertidumbres crece por momentos y, en nuestra opinión, es necesario que el Gobierno y las administraciones aclaren a la mayor brevedad posible cuáles son las alternativas viables para que el transporte pueda seguir reduciendo su impacto medioambiental con seguridad.
Los transportistas a los que representamos y el conjunto de sectores de la economía española a los que prestamos nuestros servicios necesitan vehículos que, además de permitirnos avanzar hacia una movilidad más sostenible, dispongan de las capacidades y la autonomía suficientes que precisa una actividad que sigue creciendo, y en la que pronto pueden llegar a faltar camiones si el empresario sigue sin tener claro en qué vehículos debe invertir su dinero.
Termino insistiendo en que somos un sector necesario y vital para el desarrollo de la economía española. Y en que es nuestra labor trasladar al nuevo Gobierno que el transporte de mercancías por carretera es absolutamente imprescindible, ya que, sin nuestro trabajo, el país se paraliza, y con el que se debe contar y negociar para llegar a acuerdos razonables, en todas las facetas, aunque hoy solo nos haya tocado analizar la transición energética.