ROBÓTICA

Robots entre personas

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Hacer robots autónomos, dotándoles de sensores y computadores, es una vieja ambición que ha resultado más difícil de cumplir de lo que se preveía hace seis décadas.

Un colega que trabaja en el mundo de la robótica me hacía llegar hace unos días el informe Insights sobre Tecnología, Medios y Telecomunicaciones, dedicado a la predicción del futuro en estos campos, realizado por la consultora Deloitte. En el capítulo dedicado a la robótica, se pronostica un crecimiento de las unidades vendidas a nivel mundial cercano al 20%, en línea con el ocurrido en los últimos años. Pero, por primera vez, el peso de este crecimiento recae en el segmento de los robots de servicios profesionales.

Robots de servicios profesionales

Los robots de servicios se distinguen de los clásicos brazos manipuladores en que intentan romper el aislamiento de la celda de robotización, y pueden trabajar más cerca de los humanos, complementándoles más que sustituyéndoles. El brazo robot se concibió para realizar tareas repetitivas en la fabricación industrial de automóviles, sistemas electrónicos etc. El robot de servicios es más autónomo y versátil, lo que le permite dar el salto a otros sectores como el de la logística, hospitales, minoristas, defensa, etc.

Hacer robots autónomos, dotándoles de sensores y computadores, es una vieja ambición que ha resultado más difícil de cumplir de lo que se preveía hace seis décadas. ¿Qué ha cambiado para justificar este renovado optimismo en las expectativas?. Según el informe de Deloitte, la aparición de dos nuevas herramientas: las redes 5G y los microprocesadores específicos para la inteligencia artificial. La primera proporciona una conectividad rápida con garantía de fiabilidad y mínima latencia. La segunda permite disponer de inteligencia artificial a bordo con un mínimo consumo energético.

Es cierto que los avances en la robótica van ligados a los de sus componentes. Un robot, como un automóvil o un avión, es un producto que se construye combinando varias tecnologías, y cuando alguna de ellas evoluciona significativamente, provoca la llegada de una nueva generación de robots. Pero cabe preguntarse si los dos avances anteriores, siendo necesarios, serán suficientes: ¿cuál es la dificultad específica del robot autónomo?.

Para responder a esta pregunta necesitamos acordar qué entendemos por robot

La clásica definición del Instituto de Robótica de América sobre "un manipulador multifuncional reprogramable diseñado para mover material (...) a través de movimientos variables programados" se queda corta para los robots de servicios. En su libro "Sensing, Intelligence, Motion", Vladimir Lumelsky propone una más contemporánea: una máquina "capaz de realizar movimientos intencionados en respuesta a su entorno en ambientes no estructurados". Esta definición conlleva la idea de autonomía: la habilidad de moverse con sentido en situaciones para las que el robot no había sido explícitamente programado.

La herramienta para generar este movimiento intencionado es un tipo especial de IA que se alimenta de información sensorial para producir el desplazamiento de objetos en el mundo real. O abusando de la terminología que popularizó Nicholas Negroponte en "El mundo digital", una IA que procesa bits no para producir bits, sino para mover átomos. Por tanto, es en este terreno del "movimiento inteligente basado en sensores" donde va a ser también necesaria una evolución respecto a lo que sabemos hacer hoy.

En cualquier caso, el futuro de la robótica es excitante. En 1961 se puso en marcha el primer brazo manipulador Unimate en una línea de fabricación. Por tanto el robot industrial es un joven que celebra este año su 60 cumpleaños, comparado con otros productos como el automóvil o el avión que son más que centenarios. Quizás no esté ya muy lejos el sueño de ver a más robots viviendo entre las personas.