El sector agroalimentario, ¿Tradición o innovación?
Las pymes agroalimentarias asturianas fabrican alimentos para las nuevas demandas de consumidores e incorporan tecnologías para la transformación digital.
Alimentos funcionales, super alimentos, alimentación personalizada, alimentos saludables, bioeconomía, aprovechamiento de subproductos y destríos, transformación digital, análisis de datos, automatización, inteligencia y/o visión artificial, etc. Este tsunami de términos, indudablemente ligados a la innovación y a la transferencia de tecnología, invaden el día a día de nuestro sector alimentario, y obligan a las empresas a reaccionar de manera ágil, ante las nuevas demandas de los consumidores (la salud, el medioambiente, los productos naturales), y a asimilar las potenciales oportunidades que las nuevas tecnologías pueden ofrecerles (sensorización, análisis de los procesos productivos de manera automática y en tiempo real, automatización de procesos y mejora de la eficiencia). En este contexto, cabe preguntarse ¿está la industria agroalimentario asturiana preparada para asimilar todos, o al menos algunos, de estos conceptos, en sus operaciones diarias, en sus procesos productivos, y además fabricar productos adaptados a las nuevas demandas de los consumidores? ¿es nuestra industria alimentaria innovadora y permeable a la incorporación de tecnologías?
Probablemente no haya una respuesta única que sea válida para todas las empresas de nuestra región, pero me atrevería a decir, que en general la tendencia es más que positiva. Bien es cierto que nuestro sector agroalimentario, tan reconocido y valorado aquí y en el resto de España, concentra su cifra de negocio, casi en un 70 %, en tres grandes empresas del sector lácteo, y dejan un escueto 30 % para más de 600 pequeñas y medianas empresas (cárnicas, queserías, elaboradores de sidra, vino y zumos, conserveras, fabricantes de platos preparados, producción y transformación de frutas y hortalizas, miel, panadería y pastelería, etc..).
Respecto a las tres grandes empresas, están afrontando el reto de la innovación, desde múltiples perspectivas, y parece lógico pensar que están obteniendo resultados Así, como hemos podido constatar hace apenas unos días, con el nacimiento de una iniciativa por parte de una de ellas basada en la cooperación y la innovación en el ámbito de la salud, la alimentación personalizada, y la sostenibilidad en la fabricación y producción de alimentos, o como hemos podido evidenciar en otra de ellas, mediante el lanzamiento de una nueva línea de productos dirigida al sector de la infancia.
Por otro lado, el grupo de las empresas más pequeñas, que forman parte de un sector atomizado, con productos muy asociados a los valores coligados a nuestra región, donde la naturaleza, la tradición, y la gastronomía, están muy presentes, ¿cómo está afrontando este reto?
Pues, la casuística es muy variada, pero podríamos pensar en tres estrategias de actuación: empresas que incorporan la innovación en sus procesos para la fabricación de productos más tradicionales, empresas que hacen convivir productos tradicionales y productos más innovadores, y empresas que basan su modelo de negocio en la fabricación de productos innovadores.
Empresas con productos más tradicionales: Son empresas que siguen basando sus producciones, en alimentos ligados a una gastronomía o a un consumo de alimentos más tradicionales. Son estas empresas las que apuestan sobre manera en tratar de incorporar tecnologías que les permitan automatizar procesos de control de calidad y seguridad alimentaria, o sensores que les permitan obtener in situ información sobre procesos productivos, en aras de una mayor eficiencia. Así hoy es posible consumir arroz con leche, al estilo más casero y tradicional, fabricado en un concejo del interior de Asturias, con la mínima intervención humana, a través de un proceso automatizado y robotizado. O es posible consumir embutido, de varias empresas, donde el grado de maduración del mismo, y varios parámetros relativos a la calidad y la seguridad alimentaria, han sido monitorizados minuto a minuto de forma automática. También queso procedente del extremo más occidental de Asturias, donde la visión artificial se ha incorporado en el proceso productivo como un paso más dentro de los protocolos de control de calidad.
Empresas que diversifican: Otras de nuestras pymes, tratando de diversificar y estar preparados para un futuro incierto respecto a la evolución de las demandas de los clientes viven en la dicotomía de fabricar productos más tradicionales, y productos que satisfagan esas nuevas demandas de los consumidores Por ello, hoy es posible encontrar en los lineales de compra embutidos con perfiles nutricionales diferentes (chorizo light), o fabas envasadas con tecnologías de atmosfera modificada, para que puedan llegar al consumidor final en las mejores condiciones organolépticas para poder ser cocinadas, o yogures ecológicos, desnatados y sin lactosa, con ingredientes funcionales.
Empresas con productos innovadores: Por último es importante citar que hay un tercer grupo de pymes, probablemente con una visón más orientada a la fabricación de alimentos más novedosos, y dirigidos a un mercado más global, que ya ha puesto en el mercado productos como, café frío embotellado para ser consumido directamente (cold brew) con un novedoso proceso de infusionado del café a baja temperatura, o conservas elaboradas con procesos de desalinización del producto, patentados y premiados en 2017 por el Centro Europeo de Empresas e Innovación. También helado sin azucares añadidos y alto contenido en fibra, o snacks de arándanos elaborados con tecnologías novedosas de extrusión o liofilización, o mermeladas sin azucares o enriquecidas en fibra, o platos preparados dirigidos a población senior con necesidades nutricionales específicas.
Por todo ello parece que las pymes agroalimentarias asturianas están afrontando el reto de la innovación de una manera sorprendentemente positiva, y no en vano nuestras pymes agroalimentarias asturiana, en los últimos 5 años, han invertido más de 3,5 millones de €, en desarrollo de productos adoptados a nuevos hábitos de consumo (la salud, la funcionalidad, la seguridad alimentaria, la bioeconomía), o en procesos de transformación digital.
Por lo tanto, parece obvio pensar que los productos más innovadores y los productos más tradicionales seguirán conviviendo en los próximos años, pero debemos de estar alerta con realidades como son la necesidad de alimentar a toda la población mundial y las necesidades medioambientales del planeta, que pueden hacer cambiar, en el medio plazo, la forma de fabricar alimentos, pero este tema podría ser objeto de otro articulo fututo.