Sin empresas no hay personas
Para emprender no hace falta crear productos únicos de gran tecnología y ser el líder del mercado. Todo el mundo sabe hacer algo; por lo tanto, hay que centrarse en hacer lo que se sabe hacer bien.
Me gusta mucho el lema de la actual campaña de FADE para concienciar de la importancia de las empresas para crear bienestar en un territorio: «Sin empresas no hay paraíso».
Yo extendería el tema a «Sin empresas no hay personas», ya que son las empresas las que crean actividad económica y empleo, porque están formadas por personas.
Es increíble, pero es cierto: aún está mal visto por parte de la sociedad ser «empresario». Si te va bien, eres envidiado, lo has conseguido a base de explotar a tus empleados o has defraudado impuestos, y si te va mal, eres un fracasado y un vago que lo mejor que puedes hacer es buscar trabajo en otra empresa o preparar unas oposiciones.
Pocos ven al empresario honrado como un auténtico dinamizador social, el que arriesga, el que se dedica en cuerpo y alma, el que crea valor en la sociedad, el que paga todos los impuestos que le corresponden y crea empleo cuando lo necesita, el que lidera, el que toma decisiones, el que está comprometido y que muchas veces, ni tiene la remuneración que se presupone, ni tiene problemas de conciliación y está en soledad.
Son pocas personas las que ven las enormes dificultades para emprender, y muchas veces son los propios emprendedores los que no reparan en ellas. Es propio de la naturaleza humana identificar todos los aspectos positivos de la idea que vamos a desarrollar y pasar por alto: los negativos que provocan mucho tiempo de esfuerzo extra y fatiga.
Para emprender no hace falta crear productos únicos de gran tecnología y ser el líder del mercado. Todo el mundo sabe hacer algo; por lo tanto, hay que centrarse en hacer lo que se sabe hacer bien.
Emprender no es fácil, y particularmente en Asturias. Y no es por falta de apoyos de las diversas entidades, sino por nuestra propia forma de pensar. Aún no hemos sido capaces de quitarnos completamente de encima la mentalidad de hace unos años, en los que el trabajo lo copaban algo más de una docena de empresas públicas, enormes y en su mayoría deficitarias e improductivas, y el objetivo social era entrar en una de ellas y a vivir. Además, la reconversión tampoco ha ayudado con las envidiadas prejubilaciones de oro.
El camino del emprendedor no es fácil, nadie dijo que lo fuera, pero hay que intentarlo, ya que, con una mezcla de talento, trabajo, esfuerzo, compromiso, pasión, algo de ayuda e ilusión, se pueden hacer grandes cosas, mayores de las que habrías podido imaginar antes de empezar.
Suerte, empresario, porque la sociedad te necesita aunque no lo sepas.