Me pidió mi amigo Ramón que hablase de “El espacio rural asturiano de hoy a la luz de Jovellanos”, no me resistí porque a un hijo de su madre, a la que estoy eternamente agradecido, no le niego nada, pero ni soy experto en Jovellanos ni sé demasiado del espacio rural y menos del mundo agrario, aunque, como Jovellanos tampoco era experto pero habló de él porque conocía de asuntos generales y tenía lógica, voy a intentarlo a mí más bajo nivel pues soy consciente de que Asturias se está desertizando y de que hay que buscar soluciones.
Una salida, a mi juicio insuficiente, sería la que nos dan algunas autoridades, consistente en que no se marche nadie de los pueblos y que vuelvan a ellos todos los que se fueron. El buen fin es evidente, pero es necesario decir como se conseguirá.
Otra, es cerrarse en un eremitorio, pensar durante meses en el problema, crear comisiones de debate y al final hacer unas propuestas que sean consensuadas. Ello suele dar lugar a documentos bonitos, que satisfacen los intereses de todos, pero inútiles pues la innovación no es pequeña burguesa.
Como soy un insensato ingeniero de caminos educado en que las cosas hay que hacerlas bien y rápido y que sabe que si (obviamente después de pensar) se proponen algunas insensateces no pasa nada pues, al trabajarse en equipo, los demás lo corregirán, voy a decir cosas concretas. Así podréis masacrarlas y hallar la luz.
Por ello me pregunto:
¿Que diría Jovellanos?
Jovellanos nos diría en primer lugar que la Asturias de su época era muy distinta de la nuestra.
La Asturias de Jovellanos era eminentemente agraria, con algunas pesquerías, alguna mínima industria artesanal y con poquísimo comercio exterior. Sin comunicaciones dignas por tierra y escasas por mar.
Su situación con respecto a España era de aislamiento. mucho más que en el resto del Norte.
La agricultura estaba muy atrasada. Los métodos de cultivo eran antiguos, los abonos y la sanidad escasa, así como la tecnología anticuada. Asturias no era capaz de dar de comer a sus habitantes. La escasez, ligada al aumento de la población, producía simultáneamente hambruna y paro. Todo ello era anormal en una Europa en la que los cultivos ya habían mejorado bastante. Por ello planteó su reforma, para implantar la racionalidad en el mundo agrícola.
Jovellanos fundamentó su proyecto en una metodología que fue la que más tarde plasmó en su “Informe sobre la Ley Agraria”. Desde el principio del interés propio analizó el marco en que los agentes económicos toman sus decisiones. Después, estudio y describió los “Estorbos” que bloqueaban la economía que subdividió en “Políticos, Morales y Físicos.”
A continuación, planteó las soluciones, que él llamaba “Remedios”, a las que llegó desde unos criterios de actuación que eran “Libertad, Luces Instructivas Y Auxilios públicos”.
De ahí salieron sus propuestas para simplificar la legislación, poner suelo en el mercado, promocionar nuevas técnicas así como para crear una industria apoyada en la agricultura, dotar al campo de infraestructuras varias, desde caminos a regadíos e incentivar la educación, pues él sabía que el valor del ser humano es el determinante para todo lo que él emprende y que, por ello, la misma es el fundamento de todo.
Al mirar a la Asturias de hoy Jovellanos vería, en valor absoluto, una Asturias muy distinta, pero con una visión estratégica muy parecida a la de la suya. La consecuencia es que nuestra zona rural expulsa población porque ni extraemos de ella el valor añadido suficiente, ni ideamos actividades nuevas. Vería también que desde una superpoblación ya se ha pasado a una desertización.
Para cambiarla utilizaría una metodología y un enfoque, para su análisis económico, parecido al que usó en su época con el fin de llegar a unas propuestas, pues el saber ver, reflexionar y utilizar la lógica, valen tanto para una cultura primitiva como para una informatizada.
Voy a intentar deciros algo de los “Estorbos” y los “Remedios” de hoy.
Jovellanos, en primer lugar, se daría cuenta de que hay que diferenciar entre renovar la actividad agraria y dar vida al espacio rural, que son cosas distintas.
Al hablar de lo agrícola, nos recordaría que él fue optimista al glosar las bondades naturales de nuestro campo en función de los conocimientos técnicos de su época. Como, con los actuales, la realidad dice que, en cuanto a calidades de los suelos, pendientes, orientaciones… ellas no son especialmente brillantes, nos añadiría que hay, tanto que maximizar el aprovechamiento y cuidado de las mejores tierras, que están en nuestras vegas, como utilizar de la mejor manera posible las restantes. Todo ello dentro de un horizonte de sostenibilidad:
Y que eso exige extremar los auxilios derivados del conocimiento técnico y de la investigación.
Después propondría ordenar nuestro territorio, organizar nuestro suelo y a la vez dotarlo de unas infraestructuras que permitiesen que lo que llamamos “Espacio Rural” fuera soporte de las actividades, no sólo agrícolas y de su industria, no solo turísticas y de residencia permanente para personas no activas, sino también soporte de las nuevas tareas surgidas de la revolución industrial que vivimos. Algunas de ellas casi intangibles porque las tecnologías de hoy permiten trabajar en red con compañeros muy lejanos. Y el campo asturiano es el sitio ideal para, después de laborar, vivir en un ambiente maravilloso.
A continuación, voy a dejar a Jovellanos e intentando ser fiel a él, daros mis propias opiniones
La presente situación es aparentemente obvia para todos, nuestro agro está en decadencia y la población rural desciende, pero la realidad es más compleja: la detallo empezando por lo común.
Hay una insuficiencia de tierras por el abandono de muchos que dejan las suyas estériles. Y además hay despoblación. Todo ello dentro de una atmósfera de proliferación de leyes inútiles y perjudiciales, burocratizacion, ausencia de un pensamiento territorial, falta de infraestructuras de todo tipo, necesidad de servicios….
Hoy la acción para cambiar debe ser bifronte pues, como acabo de decir, la mejora de la actividad agraria (cultivos agrícolas, ganaderos y forestales) y la actuación sobre el espacio rural son asuntos diferentes, tanto en cuanto a la problemática a analizar, como en cuanto a las acciones y políticas a emprender.
Al hablar de lo agrario y antes de entrar en la problemática del sector, hay que tener en cuenta que el negocio debe ser sostenible y que por ello los campesinos deben conocer sus costes y sus ventas pues nada en déficit permanente es estable a largo plazo, por muchos costes que no se imputen.
No hay que olvidar tampoco la historia reciente pues contiene conceptualmente gran parte de las trabas futuras. Estudiarla es una cuestión muy compleja, con muchas aristas y que está trufada de tópicos inexactos, en la que nos cuesta entrar pues aun subyace el rechazo a reconocer la existencia de una realidad agraria arcaica que tiene que cambiar para qué todo el espacio rural cambie. Esa fue la raíz del temor que se tenía, al integrarnos en la CEE, a la apertura al exterior y a la competencia: ello se sigue reproduciéndo ahora.
El conocer esa historia nos hará ver que ser valientes no es perjudicial ya que a la agricultura española y a la asturiana les ha ido bien con la integración en la Unión Europea. Es importante también conocer la realidad pues tendremos que seguir defendiendo nuestros intereses frente a los de otros países, al ser el nuestro un territorio en el que las reglas del mercado deben ser matizadas ya que no es igual la montañosa Asturias que una llanura danesa.
Desde ese conocimiento habrá que tomar decisiones sin dar vueltas y vueltas a los problemas, por eso sintetizo la complejidad en una conclusión muy sencilla: como no hay política agraria, pongámonos a hacerla. Añado: no hay política agraria por eso no hay gestión del suelo agrario, por eso las explotaciones no tienen dimensión adecuada, por eso los medios son escasos, por eso el monte está abandonado, por eso las ganaderías son ruinosas:
A mi juicio lo primero será hacer una nueva “reforma agraria” para, después de quitársela a las nuevas manos muertas, poner la tierra en producción. Manos muertas que ahora no son la Iglesia y los nobles, sino los pequeños propietarios que dejan el campo y la abandonan, así como las administraciones que poseen tierras y las mal usan.
A continuación hay que eliminar la depredación que de los bienes comunales han hecho esas administraciones (resalto que en ese aspecto el pasado día cuatro de noviembre de 2019 es un día a recordar, para bien, como histórico al devolverse a los vecinos la gestión que se habían apropiado los municipios) lo que, además de favorecer a los pobladores, eliminará la raíz principal de los Incendios, que producen tantas pérdidas de suelos y que reside en que no se cuida el monte. No es un problema de Nerones, ni de bomberos: es de ordenación territorial, de gestión, así como de colaboración sincera entre la Administración y los que viven en el campo.
Por otra parte, no solo hay que producir rentablemente, sino también hay que fijar población en ese campo de modo estable, por ello (sigo a Jovellanos) consciente de nuestra casi imparable y desastrosa tasa de natalidad y tras recordar las actividades de su amigo Olavide, propongo traer inmigrantes desde donde sea. A ellos los convertiremos obviamente en españoles. Si vienen a ser españoles tienen que integrarse en nuestra cultura.
Dicho de otra manera, hay que hacer un campo ordenado y con medios, no anclado en el arado romano. Para ello solo falta querer pues a las naciones no las envejecen los años sino la estupidez y la falta de imaginación. Y el “arado moderno” de hoy son la nueva maquinaria, los nuevos métodos de cultivo y las nuevas tecnologías, incluidas, son fundamentales, las biológicas y las de la información.
No voy a entrar en demasiados detalles, hay otras muchas conferencias, pero si voy a decir que hay que buscar una dimensión mínima de las diversas explotaciones (agrícolas, ganaderas y silvicolas) que las haga rentables. Y después habrá que utilizar todas las medidas legales, de gestión, de ayudas financieras y de asesoramiento técnico del Estado para que se implanten y para que después funcionen en un mercado libre.
Si mandara, procuraría que, en ese mercado, las trabas burocráticas para los empresarios agrícolas fueran las mínimas (hoy son muy grandes) y que fuesen resueltas, in situ (no en un despacho) o por vía telemática, en un tiempo razonable y sin dirigismo funcionaríal. Esas trabas, retrasos y las consecuentes pérdidas de dinero en las inversiones deben eliminarse.
El conjunto (Jovellanos ya lo hizo en su época) de una mezcla de legalidad simplificada de su marasmo y gestión es el remedio equivalente a su liberación de tierras, aunque no hay que olvidar y lo dejo aquí, que él utilizó también las inversiones y la formación de las personas.
Una agricultura moderna no es nada sin una industria agraria que cree valor añadido. Ello implica logística, publicidad, una estructura, medios técnicos y, cubriendo todo el territorio, una banda ancha de primera, que tenga, ahora con capacidad suficiente y con ancho 4/5 G (y después los G que sean) de características también suficientes para interrelacionarse con todo el mundo.
Desde ese punto de vista la historia y la lucha actual, tanto de las grandes industrias agrarias como de las pequeñas, nos dice lo difícil que es competir sin esos auxilios: los protagonistas os podrían abrumar a anécdotas tristes.
Debemos tener también una organización de soporte que ayude al agricultor y al empresario agrícola a hacer sus gestiones en todo el mundo.
Llegado aquí iba a cambiar de asunto, pero como creo que no basta con ordenar, liberar tierra y desburocratizar, también hay que hacer una agricultura actual que no es la del tractor y la de los métodos tradicionales mecanizados sino otra cosa que cambia de día a día, por ello voy a explayarme en lo que entiendo por agricultura actual. No voy a entrar en detalles ni tampoco a extenderme en nuestras explotaciones de hoy a las que no olvido, algunas muy racionales que han implantado cultivos y explotaciones ganaderas muy de vanguardia, tanto porque ello daría para dos conferencias como por que no se mucho de esto y otros lo dirán mejor que yo, pero sería poco Jovellanista si hablara de como ordenar lo agrario del pasado.
El no hacia eso: hablaba, mirando al futuro, de las herramientas más modernas.
Lo primero para modernizar al sector agrario es saber donde estamos, tanto en lo que respecta a la agricultura y ganadería adecuadas a implantar como en el mundo. Por ello es necesario asumir que ellas tendrán que adaptarse para ser capaces de satisfacer una demanda creciente de gentes con hábitos, necesidades y preferencias cambiantes. Y que eso deberá hacerse compitiendo en un mercado cada vez más globalizado y complejo, lo que exigirá aumentar la productividad y la competitividad en un entorno donde nuestra nueva conciencia colectiva exige cuidar la sostenibilidad, económica, social y medioambiental, en el medio y largo plazo, así como afrontar la escasez de recursos. Todo ello va a ser primordial para producir en unas condiciones climáticas cada vez más variables e impredecibles, aunque en eso aquí, en Asturias, tenemos ventajas, lo que no implica que estemos exentos de cambios.
Para adaptarse a estas megatendencias es necesario ser eficientes, lo que pasará necesariamente por garantizar la continuidad del medio rural al que hay que atraer empleo joven y cualificado.
Para avanzar por ese camino los instrumentos son la innovación, la apuesta por las nuevas tecnologías, la diferenciación, la profesionalización y la orientación hacia los mercados del exterior, para ello es necesario:
- Apostar por la I+D+i, la tecnificación y la digitalización. Ello implica que los agricultores dispongan de las mejores herramientas para producir. No voy a entrar en detalles (otros lo harán) pues es un campo muy amplio, que abarca la utilización de nuevas técnicas y tecnologías en las explotaciones, la disponibilidad de productos y soluciones de sanidad vegetal y animal para hacer frente a la prevención, al control y a la erradicación de plagas y enfermedades, asi como a la introducción de nuevos cultivos y variedades y también a el adoptar técnicas e innovaciones biológicas.
- Asentar lo anterior en la investigación, ya que la tecnología y la innovación del futuro dependen de la investigación y el desarrollo que se realicen en la actualidad.
- Abordar la tecnificación y la digitalización del sector como catalizadores del crecimiento. Ellas son claves para afrontar los desafíos.
- Diferenciar y personalizar nuestra oferta, así como mejorar su puesta en valor. Ello exige amoldarse a una demanda, que será creciente y con preferencias cambiantes. Ello implica tambien entender estas preferencias para adaptar la oferta con el objetivo de diferenciarse y de generar más beneficio. Lo que supone estar imbricados, tanto con los consumidores como con los distintos agentes de la cadena de negocios, lo que es indispensable para adquirir el conocimiento necesario, así como para destacar la calidad de nuestros productos y procesos agrícolas.
Ello obliga a profesionalizarse y orientarse, pues nuestro agro solo podrá competir si es capaz de desarrollar las estructuras y modelos empresariales que permitan maximizar la producción, controlar los costes, abrirse a los nuevos mercados y adaptarse para dar respuesta a sus características y exigencias. Ello hace necesario apoyar el aumento de la dimensión empresarial y de la capacidad negociadora para avanzar en la profesionalización del sector y para orientarse, con visión y capacidad, en esos mercados.
Una transformación tan radical como ésta no puede ser obra solo de los campesinos, ni acometida en una comarca aislada, sino que requiere un esfuerzo, conjunto y continuado de los diversos actores e instituciones para funcionar coordinadamente hacia la consecución de unos objetivos comunes.
Esta “reforma agraria" requiere de la ayuda, tanto de las administraciones, como de todos los otros actores (investigadores desarrolladores, financieros, industriales, comerciales…) que deben actuar en base a una legislación fundamentada en criterios objetivos y con un cimiento científico que permita funcionar de un modo, predecible, sencillo, ágil y previsible, para que el agricultor sea capaz de introducir en el sector productos y tecnologías innovadoras de un modo natural.
Esa agilidad, esencial para la productividad, la eficiencia y la competitividad, debe presidir también la introducción en el campo del mundo digital, cuidando su difusión y dando la ayuda necesaria en su arranque para impedir frenos y paralizaciones derivadas de conflictos.
El realizar esto exigirá a la Administración, directamente o por medio de agencias o sociedades (han funcionado aquí y lo hacen en otros países, recuerdo ahora al norte de Escocia) la aportación de nuevos recursos tanto económicos como personales. Para hacerlo viable ello obliga a (reitero lo dicho más arriba) una radical simplificación y agilización de los trámites administrativos, tanto a través del diseño de nuevos mecanismos, como de una política de personal que cambie a los funcionarios, desde los despachos y los manguitos, al campo.
Como ya dije, la innovación está ligada a la investigación, por eso debe haber una coordinación (el modelo I+D+i es bien conocido y el campo no es distinto) entre los agricultores y el sector investigador para a través de la coordinacion y colaboración elaborar una oferta competitiva. Ello exige un modelo, parecido al conocido de la industria, para establecer una colaboración público-privada entre institutos de investigación, universidades, startups y productores.
Como se produce para vender, para tener un sector competitivo y sostenible es fundamental tener proximidad y complicidad con el consumidor: por eso es esencial una buena comunicación que funcione en ambos sentidos. Aquí juega un papel importante el sector comercializador con el que hay que funcionar simbioticamente, pero no sometidos a él. De esta manera los agrícolas escucharán al consumidor para entender mejor sus hábitos y preferencias y darán a conocer aquello en lo que tradicionalmente ha existido un profundo desconocimiento por parte de la opinión pública, que son las características de los productos y la producción alimentaria.
No me voy a explayar en los detalles técnicos del mundo agrario actual que ha pasado a ser un trabajo casi de precisión.
Más arriba he enumerado novedades muy relevantes, pero son marginales frente a su integración y a la utilización combinada de las principales tecnologías e innovaciones existentes, desde el GPS y los drones hasta los sensores o los controles de radares, tras pasar por los robots, las aplicaciones, los Sistemas de Información Geográfica (SIG) los softwares de gestión y monitoreo o las aplicaciones móviles para la gestión de la explotación. Ellas permiten supervisar y recopilar datos muy relevantes sobre todo el ciclo de vida de los cultivos y los ganados, desde la semilla hasta la cosecha, desde el nacimiento hasta la muerte, lo que influye en los rendimientos en la calidad y en el control de los riesgos, incluso los climáticos.
Sin entrar en muchos detalles, comentaré que, al igual de lo que pasa en la industria, la revolución tecnológica, derivada de la combinación de internet, dispositivos móviles y análisis de datos, transformará al mundo agrícola que deberá interactuar en tiempo real con las expectativas del consumidor, lo que afectará a todos los negocios de la cadena. Recolectar o poner productos animales, en tiempo real, en esa cadena no será ninguna utopía a medida que la tecnología y la innovación den lugar a nuevas ventajas competitivas y a incrementar la productividad.
Pero no todo es la informática, en los próximos años vamos a vivir el auge de una nueva revolución, en este caso biológica y relacionada con la genética. Los avances biotecnológicos derivados de un mejor conocimiento de los mecanismos biológicos y de cómo ellos transforman la vida, supondrán un antes y un después en las actividades relacionadas con la vida humana, animal y vegetal.
Aplicada al sector agrario, la biotecnología permite seleccionar y manipular al material genético de las plantas y animales, de sus cultivos y de sus crías para acelerar procesos naturales que hubieran requerido cientos o miles de años de evolución.
Estas nuevas tecnologías exigen un gran esfuerzo en formación pues los campesinos deben conocer muchas cosas, desde contabilidad hasta la gestión de las ventas. Y también saber manejar los nuevos instrumentos pues esas técnicas van a ser cada vez más asequibles económicamente, así como más sencillas de utilizar.
Por ello, para que las anteriormente mencionadas innovaciones lleguen al campo, el sector deberá incorporar a personas cada vez más cualificadas, con capacidades técnicas avanzadas, que sean capaces de implantar y gestionar sistemas productivos innovadores que catalicen la transformación ligada a los avances tecnológicos. Para ello el agricultor del futuro tendrá que ser un profesional multidisciplinar que sepa manejar maquinaria, con conocimientos de informática, robótica, meteorología, química o biología. Es decir, debe tener las nuevas capacidades y habilidades para convertirse en agricultores 5.0.
Ello exigirá hacer cursos de formación (teórica, superior, profesional y siempre dual) a todos los niveles que deberán diseminarse por el territorio para llegar a todos. Cualitativamente hemos hablado ya mucho de esta formación para el sector industrial: la misma debe ser adaptada al campo.
Pero esta formación tiene otra punta que es la de dar un apoyo constante a las explotaciones “in situ”. Ello exige los agentes necesarios cuya creación e implantación con fórmulas varias (gestión directa, agencias públicas o agencias privadas) es responsabilidad, al menos en la primera fase, de la Administración. Con todos los cambios de los tiempos no es nada nuevo pues hace muchos años, también durante una época de introducción de otras técnicas agrarias, era popular el agente agrícola que vivía en los pueblos y que hacia de todo, desde dar ayudas técnicas, hasta hacer de consejero personal: era una especie de párroco laico. Esta figura es importante pues no hay que olvidar la forma actual del empleo agrícola, ya que la mayor parte de las explotaciones son unipersonales y sus propietarios suele tener una edad avanzada, lo que genera tanto un problema de presente para formarlos, como de ordenar el relevo futuro
El crearlos puede ser una ocasión para desburocratizar la Administración pues la mayoría de los funcionarios, que ahora se dedican a inflacionar normas o a hacer de inquisidores sobreabundantes, se podrán pasar a esta labor.
Así, por ejemplo, se dedicarán a ayudar, pateando por el campo, los que, desde los despachos, ahora tocan las narices a los campesinos, verbigracia con la gestión de los pastos comunales que se vienen aprovechando desde hace muchos siglos. Así no tendrán tiempo cuando se declara un nuevo espacio protegido, tal como un Parque Natural, en diseñar Planes de Uso y Gestión con normas extrañas elaboradas por unos manguiteros. No les quedará tiempo más que para aprovechar los conocimientos acumulados por las sucesivas generaciones de paisanos para, sobre su base, actualizar las ordenanzas locales tradicionales.
Con ello y una simplificación en la normativa y la regulación vigentes, así como con establecer unos mecanismos ágiles que permitan una constante adaptación de las leyes a los cambios que el desarrollo de las nuevas tecnologías produzca, los agricultores podrían disponer de las herramientas esenciales para afrontar los retos futuros.
Como estas innovaciones y las mejoras tecnológicas van a marcar la tendencia futura del sector, será necesario atraer cada vez mayores inversiones en I+D+i, así cómo para incentivar y adoptar los nuevos descubrimientos.
Por ello uno de nuestros mayores retos está en conseguir que los agricultores tengan acceso a estos avances, lo que está determinado, fundamentalmente, por la financiación. Esta exigirá una colaboración público-privada para buscar fuentes alternativas, sobre todo en un contexto en el que hay cierta incertidumbre sobre el mantenimiento futuro de las subvenciones públicas y de las ligadas a la PAC.
Añado, reiterativamente, que ello exige modificar radicalmente el modelo administrativo que tenemos. En Asturias el que emprende no debe tener trabas constantes, sino facilidades razonables: las autorizaciones deben ser rápidas, las subvenciones deben destinarse solo a quien las multiplique, la normativa debe ser la mínima razonable, los impuestos adecuados, transparentes y esperables. La legislación no debe ser una maraña contradictoria. Y las tareas de control no deben ser una selva burocrática:
En resumen, necesitamos un marco fiable y previsible.
Voy a salir de lo que es estrictamente lo agrario, para mencionaros unas cuestiones que son comunes a lo agrícola y al conjunto del espacio rural, soporte de otras actividades productivas, del que hay muchas cosas de las que hablar (tras dedicarle más análisis, ponerle menos arbitrismo y echarle más valor) pues es necesario emprender con medidas adecuadas y valientes que frecuentemente, al principio, resultarán impopulares pues afectarán a los intereses creados, tan potentes siempre en Asturias, que obviamente se oponen al cambio:
Digo esto porque al Espacio Rural puede ser dotado de otro Pueblo distinto y adicional al que desarrolla actividades agrarias e incluso de las que se derivan del uso directo del territorio en turismo o como residencia permanente para gentes de edad.
Serán unos inmigrantes de otro tipo ya que las mencionadas nuevas comunicaciones y servicios informáticos, siempre del mejor nivel, unidos al resto de las comunicaciones y demás servicios, pueden permitirnos aprovechar nuestra naturaleza, que es un factor esencial de localización, para atraer a la industria innovadora.
Ello exige disponer también de otros servicios adecuados en sanidad, educación, cultura…. En mi opinión si hoy hay a priori una medida necesaria y determinante, es (soy otra vez reiterativo) la de garantizar un servicio universal de banda ancha y una cobertura adecuada de telefonía móvil para todo el territorio: dando igual el lugar donde se viva.
Lo digo a consecuencia de las oportunidades que de ella surgen para las zonas rurales pues las condiciones de acceso a los mercados mundiales están hoy, en muchas actividades económicas, más ligados a la disponibilidad de acceso a la red que a otro tipo de infraestructuras físicas, así como a las economías de aglomeración: ello determina los criterios de localización
De ahí, como elemento esencial para el cambio y rejuvenecimiento de ellas, lo esencial de priorizar esa dotación de banda ancha en las mencionadas zonas rurales.
En un país con estas infraestructuras el ofrecer que al acabar de trabajar, en vez de respirar aire contaminado, se puede salir (por ejemplo) a ver la mar desde la Guardia o a montar a caballo por la Playa de Peñarronda o ir a jugar al Golf a Serantes, da a Asturias un valor diferencial cuyo potencial ni nos imaginamos.
A todo y al Espacio Rural también, hay que darle un alma y esa alma debe ser el poner en valor la categoría de los pueblos. En una sociedad de comunicación y marketing es esencial: pueblo debe dejar de ser un concepto peyorativo para muchos. Por el contrario tiene que ser sinónimo de categoría, sobre todo en un sitio tan pequeño como Asturias.
Para ello hay que hacer cosas ya, pues este es un problema que tiene solución pero hay que atajarlo cuento antes.
Como no hay actividad sin territorio, hay que hacer asimismo un análisis, equilibrado, detallado y objetivo, tanto del asturiano, como de las actividades de diverso tipo, desde las naturales a las humanas que actúan sobre él. Para establecer, desde ahí, una estructura territorial coherente, que conjugue al Área Central, al Oriente y al Occidente y que también vertebre a las comarcas con una jerarquía e interrelacion que vaya desde las más pequeñas aldeas a las grandes villas. Ello debe hacerse desde la libertad y el consenso de todos, no por imposición del Principado. No se puede seguir con la estructura del siglo XIX pero hay que cambiar con lógica.
Otra tarea, a abordar entre todos, es la de conseguir que los habitantes de las zonas rurales consigan tener las mismas oportunidades y servicios que los de las ciudades. Ello es bueno también, incluso desde el punto de vista más egoísta, para los habitantes de nuestra ciudad central pues es muy difícil de gestionar que el 90% de la población se agrupe. Ello ocasionará tensiones de todo tipo, desde el precio de la vivienda, hasta el transporte, tras pasar por el ruido, la basura, la segregación….Por eso las soluciones nos implican a los de todo el territorio, no es únicamente un problema de los pueblos.
Pueblos que ofrecen un ritmo de vida más pausado, un paisaje diferente y unas condiciones ambientales óptimas.
Por otra parte, es bastante obvio que la causa fundamental de la despoblación fue la búsqueda de oportunidades profesionales y una vida mejor. Sin embargo, existe otra razón de peso que hace referencia a la mala imagen social que se tiene de la vida en los pueblos:
Hay que superar esa mala imagen que tienen esos pueblos que no se corresponde con la realidad de la Asturias de hoy. El paleto, el fracasado o el cateto no pertenecen al mundo rural: más bien los babayos están en las ciudades.
Lo primero que se debería hacer es una ordenación de las pequeñas localidades para posteriormente actuar e incluso buscarles uso a las que carecen de niños y jóvenes, que propiamente ya no son pueblos y que pueden ser, con sus habitantes actuales u otros nuevos, zonas residenciales de tercera edad. O, en el otro extremo, “centros de matemáticas avanzadas” pues esos centros requieren pensar, hablar, lápiz y papel: recuerdo que la actual tecnología informática nació, hace más de un siglo, de un verano en el que “los Lógicos” se dedicaron a pasear juntos por unos prados franceses.
Hay diversos caminos para atajar el problema de la desertización desde dos enfoques: uno, actual y solidario, que asegure la calidad de vida del ciudadano, viva donde viva. Y otro de futuro que logre la promoción de los pueblos como vía para que las personas puedan emprender, desde ellos, un negocio o una vida.
El como se dota de servicios, desde sanitarios hasta de enseñanza, es logístico y no me voy a extender en ello aunque debería detallarse en alguna sesión. Si voy a recalcar la importancia de mantener una vida cultural y eso significa desde poner “teleclubs” con pantallas super gigantes (el cine no se siente igual en la tele y no todos somos ricos para tener cine en casa) para ver lo mismo que en las ciudades, hasta incentivarnos a las sociedades culturales para que un concierto o una conferencia importante se pueda impartir en sitios distintos de los de siempre.
No voy, tampoco, a desgranaros las posibles políticas de incentivos, desgravaciones y bonificaciones, porque también es logística conocida en una panoplia de políticas públicas que, conjugadas con la intervención privada, puedan hacer de nuevo rentable y eficiente nuestro territorio y dar alegría a las personas que viven en él.
Lo indudable es que, si no hacemos nada, la vida en los pueblos continuará apagándose como el cabo de una vela. Pues no hay que olvidar que en nuestra Asturias la principal especie en extinción es el humano, no, tal como piensan los ecologistas de asfalto, los animales silvestres.
Para terminar, levantándoos la moral, voy a contaros una historia que muestra que todo esto es posible y que ya se hizo en Asturias aunque luego se olvidó:
En Asturias ya se inició este camino en los años ochenta por el Gobierno de don Pedro De Silva. Retirado este y llegados al poder otra serie de presidentes, a partir de la década de los años noventa el objetivo del reequilibrio regional dejó de ocupar un lugar prioritario en las políticas y se convirtió (hasta ahora en que reaparece) en un concepto arrumbado en los debates políticos regionales. Quizá porque para algunos dejó de ser prioritario lograr una región más equilibrada espacialmente.
Por ello voy a recordar brevemente lo que hico el gobierno de mi primo Pedro.
Pedro de Silva llegó con las ideas que ya había sintetizado antes en su libro “Asturias, realidad y proyecto”.
Nombró consejeros varios, con perspectivas distintas, todos en función de unos objetivos, y no de la amistad y el cambio de cromos político. De esos objetivos surgió un programa de gobierno, una de cuyas prioridades esenciales fue el reequilibrio regional.
Después, pese a disponer de unos recursos presupuestarios muy limitados, se abordaron actuaciones en las alas de la región con el fin de paliar las fuertes deficiencias de infraestructuras de todo tipo que padecían estos territorios y que lastraban su desarrollo:
Se emprendió la electrificación en las áreas rurales, mediante la creación de una Agencia de Electrificación Rural. Se inició la construcción de una red regional estructurada de carreteras, se creó COGERSA, que dio una respuesta global a los problemas del tratamiento de las basuras, especialmente en los pequeños concejos; se potenció y se impulsó a CADASA que resolvió el problema del saneamiento y abastecimiento en numerosos pueblos de Asturias; se dio un impulso a la creación de Mancomunidades para la prestación y gestión de servicios comunes entre diversos ayuntamientos. En el plano sanitario se inició la implantación atención en todo el territorio mediante la construcción de tres hospitales comarcales (Jarrio, Cangas del Narcea y Arriondas) y múltiples Centros de Salud, hasta entonces inexistentes en Asturias. En el ámbito que nos ocupa, hubo un hecho esencial, que fue la implantación de las campañas de saneamiento ganadero, que renovaron y salvaron a nuestra cabaña.
Pero como estoy hablando de evitar la desertización y de reducir las disparidades territoriales, voy a recordar el Programa de Desarrollo Integral de la Comarca Oscos-Eo, que se puso en marcha en 1985 al amparo de la Ley de Agricultura de Montaña, y en el que se contemplaba una acción global, que plasmaban diversas Consejerías. Son importantes las acciones desarrolladas, pero por encima de ellas, significaba retomar un principio ilustrado que, antes de Jovellanos y sus propuestas, ya había establecido el Conde de Campomanes, que, en su Discurso sobre el fomento de la industria popular, preconizó exactamente lo que el Gobierno del señor De Silva abordó: “conviene fomentar las aldeas, trasladando a ellas mucha parte de la industria que se va a las ciudades, en perjuicio de las aldeas y los campos”.
Esa política de un gobierno brillante la sintetizó muy bien el Consejero de Agricultura don Jesús Arango Fernández, en el prologo del trabajo Los Oscos y la Cuenca del Eo. Situación y perspectivas, de 1985 al decir: “Asturias es una región diversa, demasiado diversa, en el sentido de que dentro de ella se dan desequilibrios, diferencias y agravios comparativos. Precisamente, uno de los objetivos prioritarios del programa socialista del Gobierno asturiano es contribuir a paliar esas diferencias, introduciendo una justicia reequilibradora que, al trabajar por la región, la reconstruya en su sentido más coherente, más coordinado, en suma. La reducción de las disparidades no es sólo un deber de justicia, es también un mandato de eficacia porque los desequilibrios son, además de injustos, antieconómicos. En efecto, el éxodo rural masivo y el abandono pueden dejar que los recursos naturales se malogren o se pierdan.”
Por desgracia, como dije más arriba y deliberadamente, repito, el esencial objetivo del reequilibrio regional, dejó de ser una prioridad para los gobiernos, posteriores, por lo que jamas se volvió a poner en marcha ningún un plan integral de ninguna comarca. Eso si, se vendieron propagandisticamente, como sucedáneos, los sucesivos programas LEADER y PRODER que, aunque innovadores y financiadas con fondos comunitarios, no tienen nada que ver que con unos auténticos planes de desarrollo comarcal.
Ahora que, como siempre, después de la tormenta nos acordamos, siguiendo nuestras costumbres, de Santa Barbara, es bueno recordar las ideas de los Maestros que, desarrolladas en otras circunstancias y en otro entorno (tecnológico y global) son válidas y vigentes.
Quiero terminar volviendo a mis viejas manías para mencionar otra vez al Corredor Atlantico:
Los asturianos solos no somos nada. El Noroeste junto si. Por eso esta política que Jovellanos propondría para el Campo debe extenderse a todo él: Asturias, Cantabria, la mayor parte de Galicia son muy similares, parte de Leon muy complementaria y el resto es fácilmente encajable. No me extiendo en el análisis, cualitativamente semejante, de todo el territorio, pues es otro asunto, pero este reto no puede dejarse en el olvido porque es esencial.
Por eso desde la esperanza que nos da el ejemplo deL Gobierno de don Pedro De Silva, digo: ¡Juntos hacia la nueva frontera! ¡Queremos el Corredor Atlántico!